La escena se repite en la plaza San Martín: dos hombres, que custodian a un tercero, forcejean y empiezan a los gritos. El otro se dedica a la venta o distribución de estupefacientes. La fuerza policial llega pero uno de los protagonistas, en actitud desafiante, le asegura al efectivo que "saldrá rápido". El vendedor les recrimina cuál es el problema de la actividad que desarrolla.
La impunidad está a golpe de vista. El agravante es que dicha plaza se encuentra a metros del Palacio Municipal, el símbolo institucional de la comuna. Es además, el corazón de la ciudad, el mismo que los turistas llenarán y transitarán a pocas horas en menos de dos meses. En cafés y pasillos se preguntan, ¿sí esto pasa acá, que ocurrirá dónde no hay cámaras, entidades o referencias?
La lupa se posa no sólo en las fuerzas policiales, qué bien o mal, tarde o temprano llegan, sino en la Justicia, la que debe expedirse tras los esfuerzos de los efectivos. Sin la acción de jueces y fiscales pareciera no haber posibilidad de encauzar ciertas problemáticas.
Sin urnas ni reflectores, los tribunales se volvieron el estandarte del no-pago de costos. No se los conocen ni parecen rendir cuentas con nadie.