Cómo la vegetación en una ladera escarpada, el desarrollo inmobiliario siempre encuentra lugares para florecer. El macrocentro parece una plaza cada vez más cerca de agotarse. Con pocos baldíos o lotes vacíos, los empresarios del rubro han apostado a los terrenos con casas patrimoniales o la demolición de antiguas estructuras -cómo ocurrió con el Hotel Hurlingham-, para levantar las moles de cemento.
Ante la escasez de lugar, se abre la pregunta: ¿a dónde ir? La respuesta paraciera estar por fuera del ejido urbano, ese vetusto plano de principios de los 60´ pensando para una ciudad mucho más chica en extensión y población total.
Con la venia de la Secretaría de Obras y el Concejo Deliberante, las grandes empresas constructoras e inmobiliarios pusieron fichas en las urbanizaciones cerradas. El Ejecutivo envío numerosos despachos pidiendo cambios de indicadores para las zonas aledañas a Jorge Newbery qué se convirtió un corredores poblado a ambas manos de countries.
Otra de las zonas apuntadas es la Ruta 11. Si bien el principal foco está en sur, dónde por ejemplo se llevará adelante el polémico expediente de "La Reserva", el norte ya es tierra fértil para barrios exclusivos.
A esto se suma la línea costera de Mogotes, un viejo anhelo de la política que tiene antecedentes de más de una década. La pelea por la municipalización tiene, cómo correlato, una reforma urbana de la zona, pudiendo elevar los metros totales de las edificaciones con vista al mar.