La Tecla Mar del Plata
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Por ahora, las tensiones pesan más que los acuerdos. Cada espacio entiende que tiene su propia influencia y se planta con la convicción de que no será un simple acompañante en la foto final. La premisa es clara: todos saben que para ganarle al kirchnerismo deben estar juntos. Pero también está claro que nadie está dispuesto a resignar protagonismo en el armado.
En ese contexto, las conversaciones arrancaron, aunque de manera informal y con muchos gestos de desconfianza. El PRO, con Montenegro a la cabeza, pretende sostener su liderazgo local como carta de gestión. La UCR, empujada por el peso territorial de Abad y la intención de recuperar volumen político, exige un rol más relevante. Y LLA, con un caudal de votos propio que nadie puede ignorar, reclama su lugar en la mesa grande.
Así, cada sector maneja una doble estrategia: negociar en la superficie y medir fuerzas por debajo. El riesgo latente es la fragmentación, una amenaza que todos mencionan pero que pocos trabajan efectivamente para evitar.
Hoy el escenario es una partida abierta, donde nadie tiene asegurado nada. El PRO aún ostenta el control de la administración local, pero sufre el desgaste natural de la gestión. La UCR busca reposicionarse tras años de acompañamiento crítico. Y LLA, aunque joven, tiene la ventaja de encarnar "lo nuevo" en tiempos donde la antipolítica sigue siendo un sentimiento instalado en parte del electorado.
De fondo, la mirada está puesta en el calendario electoral. Falta mucho, es cierto, pero el tiempo de descuento ya comenzó. Cada uno juega su juego pensando en cómo llegar mejor parado a la hora de las definiciones. Y en ese tránsito, los acuerdos parciales, las tensiones subterráneas y las maniobras de posicionamiento serán moneda corriente.
¿Podrá el "modelo marplatense" de PRO-UCR reinventarse incorporando a LLA? ¿O terminará estallando en una interna feroz que habilite otras alternativas. Cada movimiento interno anticipa que la conformación del nuevo esquema de poder será el resultado de negociaciones intensas y de una convivencia obligada entre ambiciones cruzadas.
La política marplatense abre un nuevo capítulo. Uno donde, más que nunca, el arte de negociar y administrar tensiones será clave para llegar competitivo a la gran cita de las urnas.