*Jorge Luis Vidal
Todos dicen haber encontrado en la provincia de Buenos Aires una institución policial destruida, sin moral, sin capacitación, corrupta, mencionando además un común denominador en su relato demoledor de la gestión ministerial que los precedió, “casi no había móviles patrulla en condiciones” “recibimos chatarra en lugar de patrulleros” “solo funcionaban 700 patrulleros de los miles que debían de estar en servicio en la provincia”, “no había chalecos antibalas”, “las comunicaciones eran obsoletas”, “estos policías no son confiables”,“ vamos a terminar con la corrupción policial, las mafias y el narcotráfico en la provincia”. Todos los gobernadores y ministros cacarean, alzan la voz y culpan, sin animarse a realizar una amplia auditoria de la gestión anterior, y que de sustento a todo lo que políticamente declaman. Hacer teatro conveniente, se le dice.
En algún momento estos individuos que tuvieron y aún tienen responsabilidad, deben salir del relato político que montaron y hacer frente a una situación muy compleja, para la que ni ellos ni sus equipos de amigos y obsecuentes estaban o están preparados.
Surgen entonces los problemas y el miedo. Ante cada problema policial o recrudecimiento del delito que compromete su carrera política, la única herramienta a la que echan mano es contar con cúpula policial cómplice y obsecuente, y descabezar estamentos inferiores haciéndoles caer toda la responsabilidad de los errores en el terreno. Así se manejan. Es el miedo a que se note que no solucionaron nada y que los problemas internos de seguridad de la fuerza publica y de inseguridad de la población a la que venían a defender, se les caiga encima. No sea cosa que les compliquen sus aspiraciones políticas futuras de su propio espacio.
Siempre tuve dudas de como aquellos que tienen la seria responsabilidad de gobernar la provincia hacen la selección de sus acompañantes ministeriales. Si los eligen, si se los imponen, si es a conveniencia política o negociación de apoyos económicos y votos, por amiguismo barato y conveniente, o si recogen de la canasta lo que quedó luego de que todos se surtieron de allí para armar varios equipos de gobierno. Dado mi expertise, me interesó saber como fueron las designaciones de esos prohombres y equipos que los acompañaron y que se hicieron cargo de los sucesivos ministerios de seguridad de la provincia de Buenos Aires. Un día lo pregunté personalmente a la persona indicada que tuvo la responsabilidad de nombrar y designar esos altos cargos. La respuesta que me resultó, digamos, muy sincera, me sorprendió mucho.
Lamentablemente y hasta la actualidad, tomando como punto de partida el ministerio de segurijusticia de León Arslanian de hace 25 años atrás, nada mejoró. Todos los cirujanos que intervinieron al enfermo policial cortaron y zurcieron en los lugares equivocados del cuerpo, y lo hicieron junto a sus propios ayudantes asesores, de esos de los que no hacen olas mayormente pero que tampoco saben manejar un bisturí.
Cuesta abajo en la rodada, como dice el tango. Así vamos.
Nadie se hace cargo. Ninguno se hace cargo. Ni gobernadores ni ministros. Todos pasan, todos dicen que hicieron algo en favor de…… pero el problema de la policía, del hombre policía, de la corrupción policial, de la inserción y via libre del narcotráfico en la provincia, sigue y se agranda.
Hacer lo que hay que hacer, me enseñaron una vez. Tomar la seguridad pública como una construcción social, donde el propio hombre policía debe ser visto por la población como parte de la solución, y no como alguien que es parte del problema que la misma población sufre, es el camino más correcto y adecuado.
Estado ausente, narco y delito presente. Mas que una frase que rima, es la triste realidad hoy de nuestra provincia.
Quizás tuve la muy mala suerte de haber integrado un equipo de seguridad pública y lucha contra el narcotráfico (de políticos y policías, probos, profesionales y honestos) que resultó ejemplar, donde la cabeza de este equipo era un hombre común, académico, muy centrado y humanista. Aprendí allí mucho más aún de lo que ya sabía.
Un equipo de gente coherente despojada de política, en una ciudad que con su área metropolitana sumaba casi cuatro millones de personas, y donde los homicidios hace solo 12 años atrás, llegaban a casi 90 cada 100 mil personas. En cuatro años de trabajo serio y profesional, con la policía, dentro de la policía, con el hombre policía y sus necesidades, con las organizaciones sociales, con la salud, con la educación y cultura, y con serios y en lo posible honestos políticos en funciones que no miraran sus propias aspiraciones en el periodo gubernamental que les tocaba, se logró entregar al siguiente grupo gobernante, una ciudad con solo 19 homicidios cada 100 mil personas.
Se lo llamó “el milagro Medellín”. De 400 homicidios cada 100 mil personas en los primeros años de la década de 1990, al aterrizaje profesional a inicio de 2016 con los números exitosos a los que hice mención. Fueron años de trabajo arduo y de políticas exitosas concatenadas, donde cada nuevo gobernador y alcalde, con sus secretarios de seguridad en el juego de la democracia, se paraban sobre lo bueno que el anterior había realizado, y continuaban montados en eso. Nadie destruía, por mezquina política, lo que se había hecho anteriormente bien.
En la provincia no nos podemos quedar esperando ese “milagro”. Debemos comenzar a trabajar para construirlo con la gente correcta.
Observen lo que tenemos hoy como seguridad pública en la provincia y recuerden las promesas y muy particularmente las acciones de gobernadores y ministros de seguridad que tuvieron la responsabilidad sobre sus mandatos y gestiones.
Recuerden aquellos que tengan la responsabilidad a futuro de gobernar esta inmensa geografía, que la designación de un ministro de seguridad y de las respectivas cupulas policiales, deben estar regidas por al menos algunos elementos esenciales: “la idoneidad y capacidad técnica, la inteligencia, el coraje, y la existencia de valores éticos irreprochables, entre los que debe resaltar la decencia”. Por el bien de la población, no se vuelvan a equivocar nuevamente.
*Jorge Luis Vidal, Ph.D
Analista en Inteligencia Delictual
Especialista en gestión de la seguridad pública y lucha contra el Narcotráfico, en Medellín Colombia y Buenos Aires