La tensión es una cualidad indivisible de la política tanto dentro de las fuerzas como entre ellas. Si bien ésta siempre dice presente en todo tiempo y armado, en ocasiones, logra disimularse y zurcir las fisuras al menos hacia el afuera. Este fue el caso del interbloque de Juntos por el Cambio durante la primera gestión de Montenegro. En esos cuatro años -a excepción de las dos rupturas de la lista original- los componentes del Pro, la UCR y la Coalición Cívica no dejaron registros de votaciones en disenso o fuego cruzado frente al micrófono.
No obstante, las ruedas del "Modelo Mar del Plata" en el Legislativo comenzaron a pisar el piano de la ruta. Disidencias, abstenciones y otras suspicacias que advierten que la banquina, en el camino hacia el 2025, está a pocos centímetros de distancia.
El caso más reciente es el del proyecto de adherencia al RIGI firmado por amarillos, libertarios y lilitos. Si bien desde el pasillo ponen paños fríos a la significancia de la ausencia radical, ésta manifiesta la mayor distancia del partido centenario con el gobierno de Javier Milei. Lo mismo había ocurrido a fines de mayo con el expediente que exhortaba a los legisladores provinciales a rechazar el aumento de las indemnizaciones.
Otra firma faltante fue la de Guillermo Volponi, concejal del Pro que hace poco formó parte de una foto de bullrichistas y libertarios marplatenses. El edil, que no podrá reelegir el próximo año, fue uno de los que más se posicionó dentro de la guerra amarilla.
Hace pocas semanas, el radicalismo se abstuvo en un proyecto de prórroga de unos de los regímenes de incentivos a la construcción por "temas de redacción", un hecho improbable durante el período anterior.