La resistencia de Guzmán, la búsqueda de Alberto y la salida salomónica que le proponen
Los embates del kirchnerismo son cada vez más duros, pero el ministro de Economía no cede y permanece en el puesto con la vista puesta su política económica que, espera, dé resultados pronto. En la Casa Rosada dicen que le buscan reemplazante y algunos proponen un doble despido para terminar con tanta beligerancia.
¿Hasta dónde resiste la dignidad de Martín Guzmán de sostenerse en un cargo frente al permanente ataque del kirchnerismo que, sin eufemismos, pide su cabeza todos los días?, ¿Hasta cuándo soportará el ministro de Economía que su jefe, quien presuntamente lo banca, sondee posibles reemplazos?, ¿Hasta qué punto Alberto Fernández puede aguantar tanta presión interna sin tomar una resolución que le permita enfocarse en la gestión e intente recomponer mínimamente las cosas en el Frente de Todos? Esas preguntas se hacen tanto en la oposición como en el mismo oficialismo, y nadie les encuentra respuesta. Lo dramático es que ni el titular de Hacienda ni el Presidente parecen tenerlas tampoco. Entonces, los días corren, la guerra escala en virulencia y la crisis política amenaza a fagocitarse mucho más que a la alianza gobernante.
“No va a renunciar alguien que vino acá con el sueño de ser presidente y que piensa que cerrar el acuerdo con el Fondo le permitirá un nuevo horizonte al gobierno y a su gestión”, me dijo, antes de que se firmara el convenio con el FMI, un colega que transita a diario los pasillos de la Casa Rosada. Dudé que Guzmán aspirara a la presidencia de la nación en algún momento, pero sondeos y hechos posteriores lo confirmaron. Esa meta parece una utopía hoy, pero no para el protagonista. Martín Guzmán aún cree que el escenario internacional es muy propicio para que la Argentina dé un salto cuantitativo en las exportaciones de energía y, con ello, genere las divisas necesarias para el despegue. El quiere estar ahí cuando eso suceda, usufructuarlo. Pero los tiempos que ello requeriría no se condicen con los tiempos inmediatos que la política exige, y que demandan su expulsión del Gobierno.
Paradojas de un país contradictorio: mientras hay que gastar millones de dólares en la compra de gas envasado para pasar el invierno, el Estado argentino advierte que la crisis energética mundial derivada de la invasión rusa a Ucrania puede ser una extraordinaria oportunidad para pasar de un país importador a un país exportador de energía. Pero eso no es inmediato, se necesita que Vaca Muerta sea explotada intensivamente y huelga un avance acelerado en ese sentido. En la cartera económica nacional aseguran que en los próximos años Argentina podría llegar a vender gas al exterior por un equivalente a 15.000 millones de dólares, y que para ello es necesario avanzar ahora en leyes que permitan inversiones inmediatas por unos 10.000 millones en moneda estadounidense. Difícil que en el Congreso avance una normativa sobre gas natural licuado con la redacción del ministro, sin la cual los inversores no pondrán el dinero. Entonces, la ilusión de Guzmán se evapora en el hervor de la interna oficialista.
El trasfondo de la nueva hondonada de cuestionamientos es el inminente aumento en las tarifas energéticas, al que el kirchnerismo se opone con vehemencia. A medida que se acerca el momento de la audiencia pública que habilitará el incremento en la luz y el gas, las críticas al gobierno nacional se hacen cada vez más descarnadas; y ya no son hacia el ministro para impactar sobre el Presidente, ahora son directamente hacia Alberto. Guzmán sabe que se trata de una puja de poder, y también sabe dónde pueden encontrar cobijo y comprensión sus explicaciones; que no las da en público, pero sí las expresa con lujo de detalles frente a los poderes económicos.
A su regreso de Washington el ministro ató una serie de reuniones con sindicatos vinculados a la producción energética y empresarios de todos los ámbitos (entre ellos la participación en el encuentro del Círculo Rojo en el hotel Llao Llao de Bariloche). En el mundo empresarial no están del todo convencidos que la salida de Guzmán sea una solución. Temen que, en su reemplazo, tome las riendas el kirchnerismo; y para ellos el daño puede ser mucho mayor que la ley a la renta inesperada con la que el actual titular de Economía pretende hacerles cosquillas.
Hasta ahora, el funcionario plantense gozaba de una banca envidiable por parte del Presidente, quien asumía hasta hace poco que sacar a su ministro era capitular frente a Cristina y ceder definitivamente el poder que le confirieron las urnas en 2019. Sin embargo, en las últimas horas, desde la propia Casa Rosada echaron a rodar informaciones sobre una búsqueda de empleado por parte del Jefe de Estado. Así se conoció que dialogó con Roberto Lavagna y que el exministro de Economía de Duhalde y Kirchner le rechazó la invitación, aunque habría propuesto a su hijo Marco, hoy a cargo del Indec y concentrado en el Censo Nacional del próximo 18. También se reconocen contactos con Martín Redrado y con el exviceministro de Economía Emmanual Alvarez Agis, quien estuvo en la cartera cuando su titular era Axel Kicillof.
Como un técnico de fútbol al que le buscan reemplazante, Guzmán debe saber entonces que su continuidad al frente del Palacio de Hacienda ya ni siquiera depende de un buen resultado en el próximo partido. Para colmo de males, ese buen resultado tampoco se vislumbra. Por caso, ya se pronostica que la inflación de abril, que se esperaba por debajo del 5 por ciento, estará más cercana al 6. ¿Entonces, por qué Guzmán no da el portazo? Una razón sería, aunque lo niegan en su entorno, que cambie de ministerio y se mude a Producción, donde también resiste colgado de las uñas Matías Kulfas (otro de los apuntados con fiereza por los K). Si esa maniobra llegara a producirse tampoco sería una señal de paz hacia La Cámpora, que directamente lo quiere fuera del gobierno.
Una de las tantas razones que mueve a la organización kirchnerista a criticar en público y a putear parejito en privado a Guzmán es su pelea con el subsecretario de Energía, Federico Basualdo. El ministro lo quiere echar desde hace más de un año, pero Basualdo es uno de los intocables para Cristina y el primer opositor a retocar las tarifas en este contexto de crisis económica.
Por eso algunos en el propio Gobierno le recomiendan a Alberto que, en este estado de situación, lo mejor sería buscar una solución salomónica. “Tiene que rajar a Guzmán y a Basualdo, buscarle una salida por arriba a este quilombo”, es lo que dicen en una de las carteras afines al Presidente, donde analizan que será difícil sostenerse en este nivel de hostilidad.
Alberto ensayó hoy una respuesta leve a la acusación quirúrgica que le hizo Andrés Larroque, de que se había adueñado de un gobierno que no era de él; pero más allá del plano de las palabras, la interna del oficialismo no se traduce en hechos que puedan morigerar la belicosidad. Ya no se trata de la permanencia o no de un ministro, se trata de acciones de gobierno empanadas por la contienda intestina del oficialismo. Casi nada se mueve en un Estado donde para avanzar se necesita la venia de dirigentes que pertenecen a diferentes tribus y responden a caciques enemistados.