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Política Nacional
28 de junio de 2024
OPINIÓN
Seguridad pública, ganamos, perdemos: ¿cómo lo sabremos?
*Por Jorge Luis Vidal
Siempre manifesté que "la lucha contra el narcotráfico está compuesta de análisis de inteligencia, investigaciones, profesionalismo multidisciplinario, apoyo judicial, y primordial y principalmente de fuerte y valiente decisión política creíble, no solamente ante la propia sociedad que reclama (lo que resulta lógico) sino de los organismos y agencias internacionales que se abocan a esta problemática y que en definitiva pueden darnos soporte".
Por mi parte, creo que la seguridad es una construcción social, un producto que consumimos todos y que formamos entre todos. Si es buena o mala depende de los gobernantes que tenemos, de los dirigentes y políticos a cargo de la seguridad pública, de la cantidad y calidad de los policías muy o poco profesionalizados, de la mala o buena justicia y su accionar, del trabajo, de la salud, de la educación y cultura de la propia población, etc.
Cuando pensamos en nuestros cuerpos policiales, entendemos que estos deben ser proactivos en sus acciones y que deben estar en su accionar diario por delante de las bandas de delincuentes organizados. Es decir, adelantar en sus acciones a las bandas criminales y a los delitos prevenibles. Muy cierto y lógico también es que esas mismas policías no se pueden quedar por detrás de los reclamos de la sociedad toda que deben defender. El acercamiento es primordial entre fuerza pública y sociedad civil. Y eso, hoy, no funciona.
Argentina resultó ser ese país que descendió año a año por la escalera interminable de la mediocridad en seguridad y lucha contra el narco. Cucardas y premios para la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, que vienen ocupando alternativamente primeros puestos en los podios de esa conflictividad.
Tantas policías distintas en nuestro país en un problema. Una por cada provincia incluida entre ellas la ciudad autónoma, infinidad de ministros de Seguridad y de Justicia. Distintas jurisdicciones con disimiles procedimientos judiciales, a lo que debemos sumar otro Ministerio Nacional de Seguridad con el manejo de otras cuatro fuerzas federales, además de un sinnúmero de policías locales. Una estructura que no resulta fácil de coordinar a nivel país en la investigación, la inteligencia criminal y la lucha contra el delito y el narcotráfico trasnacional, si es que alguna vez se intentó hacer.
"Dejar hacer" parecería haber sido la displicencia de las otrora autoridades nacionales y de algunas provinciales. "Laisser faire" se dice en francés paquete.
Ganamos, perdemos: ¿cómo lo sabremos?
Es tal la diversidad delictual y actuación narco en las distintas regiones de nuestro país, que hay zonas donde lamentablemente debemos contar uno o más muertos de fuerzas policiales en cumplimiento del deber por mes, mientras que en otras, si uno preguntara cual fue el último policía caído en funciones, quizás aquellos que resulten consultados, no lo recuerden en el tiempo. Las balas se enmohecen en las pistolas.
Treinta años de desidia al menos, donde ingresó fuertemente el narcotráfico al país con todas las consecuencias delictuales que eso conlleva, no son gratis. Sacando la excepción entre 2016 y 2019 a nivel nacional y profesional, en las provincias las fuerzas navegaron entre desconocimiento, ojos cerrados y puertas abiertas para los mercaderes de la muerte, los que, a partir de sus redes, conexiones y dinero, pasaron también a ser una línea que se acercó a la justicia, a la política en general, y que contaminó fuertemente a las policías.
En México, más precisamente en Morelos -cuya capital es Cuernavaca- me decían, "Estado ausente, narco y delito presente". Ese Morelos mexicano hoy se refleja con algunas características similares en la Provincia de Buenos Aires en general, y más específicamente en casi todo el Gran Buenos Aires. Moreno, Merlo, Morón, La Matanza, La Plata, Quilmes, Florencio Varela, Lomas de Zamora, San Martin, Jose C. Paz, San Miguel, etcétera, donde la fuerza pública (la policía o la mal llamada Fuerza Buenos Aires que nos dejó el improvisado ministro Sergio Berni con su divismo televisivo) termina siendo un perro sin dientes, que no muerde, y si muerde no hace daño, y que sabido es que perdió el manejo del terreno por inacción en algunos casos y por corrupción en otros.
En aquellas tierras aztecas las policías locales fueron la primera línea de defensa que tenía el narcotráfico en sus zonas geográficas de responsabilidad. Al igual que aquí, cada uno de esos alcaldes quería tener su "ejército" para combatir ese flagelo y darle respuesta a la sociedad. Allí en Morelos, muchos alcaldes con el tiempo terminaron asociándose al delito.
¿Consecuencia? Narcotráfico, narcomenudeo, homicidios, circulación de dinero en negro, y alcaldes y funcionarios muertos y/o detenidos.
En la provincia de Buenos Aires, ningún funcionario de Seguridad entregó una mejor Seguridad pública o institución policial que la que recibió de su antecesor. Vamos en caída, bajando escalones raudamente. La lucha contra el narco no fue efectiva en ningún caso, al punto que al no secuestrarse en procedimientos policiales una cantidad de cocaína consistente con el alto nivel de consumo de la sociedad, se tuvo que inventar un índice de éxito inexistente en los manuales de lucha contra el narcotráfico, que hablaba de "la cantidad de bunkers derribados" independientemente de la cantidad (siempre escasa) de droga secuestrada. Este Ministerio actual en la provincia no es la excepción en el mal manejo de todas las variantes.
*Jorge Luis Vidal, Ph.D Analista en Inteligencia Delictual Especialista en gestión de la seguridad pública y lucha contra el Narcotráfico, en Medellín Colombia y Buenos Aires
Siempre manifesté que "la lucha contra el narcotráfico está compuesta de análisis de inteligencia, investigaciones, profesionalismo multidisciplinario, apoyo judicial, y primordial y principalmente de fuerte y valiente decisión política creíble, no solamente ante la propia sociedad que reclama (lo que resulta lógico) sino de los organismos y agencias internacionales que se abocan a esta problemática y que en definitiva pueden darnos soporte".
Por mi parte, creo que la seguridad es una construcción social, un producto que consumimos todos y que formamos entre todos. Si es buena o mala depende de los gobernantes que tenemos, de los dirigentes y políticos a cargo de la seguridad pública, de la cantidad y calidad de los policías muy o poco profesionalizados, de la mala o buena justicia y su accionar, del trabajo, de la salud, de la educación y cultura de la propia población, etc.
Cuando pensamos en nuestros cuerpos policiales, entendemos que estos deben ser proactivos en sus acciones y que deben estar en su accionar diario por delante de las bandas de delincuentes organizados. Es decir, adelantar en sus acciones a las bandas criminales y a los delitos prevenibles. Muy cierto y lógico también es que esas mismas policías no se pueden quedar por detrás de los reclamos de la sociedad toda que deben defender. El acercamiento es primordial entre fuerza pública y sociedad civil. Y eso, hoy, no funciona.
Argentina resultó ser ese país que descendió año a año por la escalera interminable de la mediocridad en seguridad y lucha contra el narco. Cucardas y premios para la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, que vienen ocupando alternativamente primeros puestos en los podios de esa conflictividad.
Tantas policías distintas en nuestro país en un problema. Una por cada provincia incluida entre ellas la ciudad autónoma, infinidad de ministros de Seguridad y de Justicia. Distintas jurisdicciones con disimiles procedimientos judiciales, a lo que debemos sumar otro Ministerio Nacional de Seguridad con el manejo de otras cuatro fuerzas federales, además de un sinnúmero de policías locales. Una estructura que no resulta fácil de coordinar a nivel país en la investigación, la inteligencia criminal y la lucha contra el delito y el narcotráfico trasnacional, si es que alguna vez se intentó hacer.
"Dejar hacer" parecería haber sido la displicencia de las otrora autoridades nacionales y de algunas provinciales. "Laisser faire" se dice en francés paquete.
Ganamos, perdemos: ¿cómo lo sabremos?
Es tal la diversidad delictual y actuación narco en las distintas regiones de nuestro país, que hay zonas donde lamentablemente debemos contar uno o más muertos de fuerzas policiales en cumplimiento del deber por mes, mientras que en otras, si uno preguntara cual fue el último policía caído en funciones, quizás aquellos que resulten consultados, no lo recuerden en el tiempo. Las balas se enmohecen en las pistolas.
Treinta años de desidia al menos, donde ingresó fuertemente el narcotráfico al país con todas las consecuencias delictuales que eso conlleva, no son gratis. Sacando la excepción entre 2016 y 2019 a nivel nacional y profesional, en las provincias las fuerzas navegaron entre desconocimiento, ojos cerrados y puertas abiertas para los mercaderes de la muerte, los que, a partir de sus redes, conexiones y dinero, pasaron también a ser una línea que se acercó a la justicia, a la política en general, y que contaminó fuertemente a las policías.
En México, más precisamente en Morelos -cuya capital es Cuernavaca- me decían, "Estado ausente, narco y delito presente". Ese Morelos mexicano hoy se refleja con algunas características similares en la Provincia de Buenos Aires en general, y más específicamente en casi todo el Gran Buenos Aires. Moreno, Merlo, Morón, La Matanza, La Plata, Quilmes, Florencio Varela, Lomas de Zamora, San Martin, Jose C. Paz, San Miguel, etcétera, donde la fuerza pública (la policía o la mal llamada Fuerza Buenos Aires que nos dejó el improvisado ministro Sergio Berni con su divismo televisivo) termina siendo un perro sin dientes, que no muerde, y si muerde no hace daño, y que sabido es que perdió el manejo del terreno por inacción en algunos casos y por corrupción en otros.
En aquellas tierras aztecas las policías locales fueron la primera línea de defensa que tenía el narcotráfico en sus zonas geográficas de responsabilidad. Al igual que aquí, cada uno de esos alcaldes quería tener su "ejército" para combatir ese flagelo y darle respuesta a la sociedad. Allí en Morelos, muchos alcaldes con el tiempo terminaron asociándose al delito.
¿Consecuencia? Narcotráfico, narcomenudeo, homicidios, circulación de dinero en negro, y alcaldes y funcionarios muertos y/o detenidos.
En la provincia de Buenos Aires, ningún funcionario de Seguridad entregó una mejor Seguridad pública o institución policial que la que recibió de su antecesor. Vamos en caída, bajando escalones raudamente. La lucha contra el narco no fue efectiva en ningún caso, al punto que al no secuestrarse en procedimientos policiales una cantidad de cocaína consistente con el alto nivel de consumo de la sociedad, se tuvo que inventar un índice de éxito inexistente en los manuales de lucha contra el narcotráfico, que hablaba de "la cantidad de bunkers derribados" independientemente de la cantidad (siempre escasa) de droga secuestrada. Este Ministerio actual en la provincia no es la excepción en el mal manejo de todas las variantes.
*Jorge Luis Vidal, Ph.D